Texto
bíblico: Hechos 1. 6-9
El libro de los Hechos de los
Apóstoles es el único libro el cual no se le atribuye un autor explícito No
obstante los estudiosos sostienen que este libro es obra del Espíritu Santo a
través de la pluma de Lucas, quien da termino al evangelio que lleva su nombre.
Este libro es bastante interesante
ya que encontramos temas como el inicio de la iglesia primitiva, la
participación del Espíritu Santo de forma registrada, la iglesia emergente, el
testimonio de hombres de Dios y también la fuerte batalla que tuvieron por
predicar el evangelio del Cristo Resucitado.
Una de las instituciones con mayor
antigüedad en la sociedad a través de la historia ha sido la iglesia. Como
cristianos, la consideramos como uno de los pilares fundamentales para el buen
desarrollo de las naciones, y sobre todo para el desarrollo personal espiritual
de cada uno de sus miembros. En otras palabras, y sin temor de equivocarnos,
podríamos afirmar que la iglesia como la conocemos hoy, es la continuación de
aquellos capítulos del libro de los Hechos de los Apóstoles que no se
registraron en la Biblia.
Ha habido periodos en el tiempo en
los cuales la iglesia del Señor ha sido fundamental para el desarrollo de la
sociedad; grandes hombres de Dios ha podido escribir un trozo en la historia.
Por otro lado, también hemos podido sentir la ausencia y el silencio de la
misma. Ausente de los decisiones del Estado, del vecindario, de la vida
cotidiana.
La tarea que Jesús les había
encomendado a los apóstoles era de gran envergadura. Para llevar a cabo esto,
los apóstoles en primer lugar debían ser revestidos del Espíritu Santo. Este
poder trae consigo valor, entrega, confianza, conocimiento, habilidad y
autoridad – de Dios… siempre de Dios. Sin estos elementos es casi imposible
embarcarse en la tarea de extender el Reino de Dios.
Cuando leemos detenidamente el
versículo ocho nos podemos dar cuenta que hay un orden establecido: a) recibir
poder (al Espíritu Santo), b) salir a testificar. No podemos alterar el orden
ya que necesitamos el pleno respaldo del Señor para poder llevar a cabo esta
misión.
Ahora bien, esta porción bíblica nos
habla en términos geográficos. En ese tiempo las distancias que se recorrían eran
muy largas por cuanto no habían medios de mayor efectividad para el traslado. La
gente debía tomarse un tiempo para poder llegar a sus destinos. Además el
mundo, y seamos honestos, ¿cuánto se sabía de una geografía total de toda la
tierra? – Sin embargo hoy contamos con las herramientas necesarias para llegar
a cualquier punto del globo. Contamos con un transporte aéreo que acorta los
tiempos de viajes de gran manera.
Entonces, una pregunta se me viene a
la cabeza respecto a estos versículos, y por favor, consideren que no soy un
exegeta: ¿Qué ocurriría – nótese el tiempo verbal en condicional – si el
mensaje ya no solamente se refiera al aspecto geográfico, sino que también
podría abarcar, digamos un aspecto social? Es probable que haya un “último de
la tierra” que no hayamos considerado fielmente aún, y de hacerlo, solamente lo
hemos hecho desde la superficie. Es probable que ahora “lo último de la tierra”
sea social, sea el vecindario, sean los rechazados, sean los desposeídos, sean
todos aquellos que se consideren inalcanzables para nosotros. Homosexuales (?),
ladrones (?), drogadictos (?), las prostitutas (?), los asesinos (?), los
sidosos (?), los políticos (?)… sí, incluso en tu familia.
El trabajo ha sido encomendado el
pueblo de Dios. Sin embargo, el pueblo de Dios ha estado haciendo un reposo en
los templos. Estamos cómodos solamente asistiendo de los cultos, a los
conciertos cristianos, y simplemente nos hemos sumergido en una subcultura
cristiana que se aleja del propósito de Dios. La iglesia no solamente existe
para el beneficio de la iglesia misma. Su primordial preocupación está afuera
del templo. Es probable que muchos de los que criticamos porque “se están
perdiendo” sea por que la iglesia los pierde a ellos.
Tenemos la gran urgencia de ser una
iglesia relevante, tanto para la familia, el trabajo, y en cada comunidad donde
hayamos sido plantados. Estamos en la urgente necesidad de ser una iglesia que
responda a las necesidades culturales, artísticas, gubernamentales, entre
muchas otras.
Necesitamos ser una iglesia sanada
del miedo de ir al mundo, de estar afuera simplemente, para abrazar a aquellos
por los cuales Cristo dio su vida.