Sunday, March 2, 2014

Aquí no falta pal' kilo!!



            A través de la oración y de la Sagrada Revelación podemos llegar a un entendimiento de la paternidad de Dios desde la experiencia. Y bendecimos a Dios porque Él está siempre dispuesto a ejercer Su paternidad sobre nosotros cada día. Ahora bien, el Espíritu Santo nos invita a orar por nuestras necesidades, sin olvidar que el centro de nuestra búsqueda y de nuestra oración debe siempre ser Él y no nosotros.

            La Palabra de Dios nos dice categóricamente: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan? (San Mateo 7. 7-11) Bajo este punto de vista, entonces, estamos siendo invitados por Dios en la persona de Jesús, siendo ayudados por el Espíritu Santo a ir donde el Padre celestial y pidamos… con fe! Sin embargo la inquietud es ¿cuáles son nuestras necesidades? ¿En qué lugar están puestas nuestras prioridades?

            Pensemos en el pueblo de Israel. Cuando Moisés comenzó a liderar el éxodo, nos damos cuenta que estaban llevando a cabo el plan de Dios para sus vidas, y pronto comenzaron a tener necesidades, como el alimento. Cuando la necesidad fue mayor, el pueblo comenzó a quejarse (algo inherente en Israel… y en nosotros, también), sin embargo, Dios contesta diciendo que iba a hacer llover alimento del cielo (Éxodo 16.4). Nos damos cuenta cómo a pesar de la infidelidad del pueblo, Dios siempre estuvo dispuesto a proveer pan del cielo. Y este episodio quedó registrado en la pluma de Nehemías diciendo: “Les diste pan del cielo en su hambre, y en su sed les sacaste aguas de la peña; y les dijiste que entrasen a poseer la tierra, por la cual alzaste tu mano y juraste que se la darías (9.15). Dios está dispuesto a proveer pan del cielo siempre y cuando nosotros estemos dispuesto a pasar necesidades por su causa…bueno, siempre en realidad, su gracia es ilógica.

            Muchas veces como cristianos, perdemos el norte en cuanto a pedir provisión de Dios. En este sentido la Palabra de Dios nos declara duramente diciendo que no tenemos lo que “necesitamos” porque pedimos conforme a nuestras iniquidades y maldades (Santiago 4. 2-3). Por tanto, nuestra primera labor, como hombres y mujeres espirituales que somos es definir nuestras necesidades de acuerdo al plan de Dios para nosotros. Encontramos consuelo en los Salmos que nos recuerdan que el Señor “hace justicia a los agraviados, que da pan a los hambrientos. Jehová liberta a los cautivos; (Salmos 146.7).

            ¿Recuerdan al hijo pródigo? Él entendió que su padre siempre estaba dispuesto a proveerle a pesar de su infidelidad (San Lucas 15.17) Ahora, pensemos en el “Padre Nuestro”, ¿qué fue exactamente lo que quiso decir Jesús cuando nos enseña a pedir pan? Básicamente, en primer lugar tenemos que entender que el pan al que hace referencia Jesús en esta oración es justamente eso: pan. El pan es pan. Dios es Su amor es tan transversal (abarca todos los aspectos de la vida del hombre) que entiende que tenemos necesidad de alimento físico, por cuento somos seres débiles, expuestos al dolor y a la necesidad. Jesús nos convoca a tomar el ejemplo de confianza que depositan las aves al ser alimentadas por nuestro Padre Celestial.

            Por otro lado, el pan también representa el alimento espiritual de la persona. El espíritu humano genera necesidad de escuchar la palabra de Dios de forma constante. Es por esto que tenemos una carga espiritual inherente. Por eso algunos acuden al tarot, al horóscopo, a las galletitas de la suerte (?), a los adivinos y a toda ciencia oscura que trata de suplantar la provisión espiritual del Señor. Mas gracias sean dadas a Dios, que hemos caído en Su Gracia y entendemos que la Sagrada Revelación es la fuente inagotable de alimento espiritual. Es tiempo de volver al evangelio bíblico que ha sustentado nuestra fe desde los tiempos antiguos.

            Ahora bien, Jesús tuvo una razón por la cual incluyó el pan (y no otro alimento, o la palabra “alimento” propiamente tal) en la oración del Padre Nuestro. Él mismo dijo lo siguiente: “Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. Le dijeron: Señor, danos siempre este pan. Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (San Juan 6. 32-35).

            El Espíritu Santo de Dios, en otras palabras nos dice que cuando pensemos en pan, pensemos en Jesús. Es por lo tanto necesario que caminemos con un hambre constante de Jesús… ¿tenemos hambre por Él? El Señor es la verdadera y única provisión en la cual el hombre se sentirá realmente satisfecho. “Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo” (San Juan 6.48-51). Jesús nos invita a pedirlo a Él. Jesús quiere vivir una relación con nosotros… nosotros!!

            Jesús hace la diferencia entre el pan material y el espiritual. El maná fue dado en el desierto y vino del cielo para suplir las necesidades físicas de Israel. No obstante, era incapaz de impartir la vida eterna o de suplir sus necesidades espirituales, como sí podría hacerlo el “pan de vida” que vino desde el cielo en la persona de Jesús el Mesías. La prueba de esta diferencia estaba en el hecho irrefutable que todos los antepasados que comieron de ese pan en el desierto murieron. Sin embargo, en Jesús hay vida. Jesús llevó el argumento un paso más allá que el reconocimiento esencial que Él es el pan de vida. Creer en Cristo significa participar de Él.

            Hemos recibido pan. ¿Qué tan bien estamos administrando el pan que nos da Dios? ¿Estamos siendo consistentes en nuestros principios bíblicos, en la administración del maná que cae del cielo? Por otro lado, es voluntad y plan divino del cielo que nos llegue pan espiritual, por lo tanto, vayamos con fe en nuestros corazones a recibirlo.

            Ya saben lo que dicen por allí: solamente soy un mendigo, que les dice a otros mendigos dónde encontrar pan… en Jesús.


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